Después de vagar a cierta distancia entre los salientes rocosos, llegué a la boca de una gran caverna, ante la cual me quedé pasmado durante un momento, pues hasta aquel momento no conocía su existencia, con la espalda arqueada y la mano izquierda sobre la rodilla, mientras con la derecha me protegía las cejas, que tenía contraídas… Y tras permanecer allí un tiempo, de pronto se despertaron en mi dos emociones -miedo y deseo-, miedo a la oscura y amenazadora caverna, deseo de ver si podía haber algo maravilloso en su interior.
A mí no me pasó eso, tampoco a Platón, sino a quien fue, en mi opinión, el más grande artista de todos los tiempos: Leonardo da Vinci.
Él entró a la cueva derribó sus miedos, y eso es lo que quiero exponer, que el artista pierda el miedo, que se atreva a hacer cosas diferentes, cosas que los enriquezcan no sólo cómo artistas sino también cómo personas.
Debemos siempre buscar ir más allá de lo normal, no conformarnos con lo que vemos, pensar y cuestionarse temas que nos puedan servir para ser mejores hombres. Hay gente que dedica su vida a conformarse con poco, quedarse con las ganas.
Lo mismo pasa con el arte, los artistas que tienen ideas en la cabeza y no las llevan a cabo por que resultan demasiado aventuradas son los mismos artistas que se quedan con un estudio en la sala de su casa soñando con que sus obras estén en el MoMA o en el museo del Prado.
jueves, 13 de noviembre de 2008
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